apagado,
cercenado,
embotado,
desolado,
agobiado,
pesado,
dilatado,
abatido.
Hoy ha partido para siempre Fernando Peña. Un grande para muchos, un pelotudo para otros tantos. Pero ni grande ni pelotudo, un ser especial, con todas sus controversias y escándalos. Un tipo que siempre dijo lo que quiso e hizo lo que sintió. Qué grande es eso. Cuántos de nosotros posee semejante fortaleza, pocos seguramente.
Su incontinencia verbal y actuante pudo haber sido en determinados momentos, errada; pero no por eso menos verdadera.
Fernando Peña era capaz de decirle a “su público”, aquel público que pagó la entrada para ver su show, que eran unos hijos de puta. Así nomás. O quedarse desnudo frente a una decena de periodistas, sólo por mostrar su esencia. Acto que muchos consideraron obsceno y denigrante, pero que muchos otros aplaudieron. Así de controversial era. Así de entrañable será.
Hoy se apagó una voz, una mente brillante y un renegado de la miseria humana.
Pasos perdidos entre callejuelas vacías
que doblan, se estrechan, se ocultan.
Caminar errante sobre el velo silencioso
de una soledad que siempre acecha.
Pasos que se evaden, que se apresuran,
pero que permanecen empantanados
casi siempre en un mismo lugar.
Hoy tengo ganas de salir a caminar mi soledad y pensar, pensarte. Deambular entre calles y senderos y escabullirme sólo con tu recuerdo.
Hoy tengo ganas de andar y extrañarte. Perderme entre las sombras arboladas de algún parque, en el misterioso silencio de la noche.
Hoy tengo ganas de salir a buscarte y, sin querer y queriendo, encontrarte. Arrojarme a tus brazos una vez más, como siempre, y que el cielo nos llueva de envidia.
Y es diciembre otra vez, y otro pasaje cíclico de la vida llega su final. Y siempre la misma necesidad de hacer un vistazo hacia atrás, casi por última vez, y repasar en este segundo tantas cosas vividas.
Hoy no soy la misma, jamás lo soy. O quizás sí, pero una versión mejorada, más adulta. Y como yo, todo cambia. Hay cosas que cambian para bien, y otras que no; pero seguimos girando sin descanso, sin tiempo casi para detenernos a pensar, a asimilar. El tiempo nos empuja, la vida nos impulsa.
Recién promediando el final, a las puertas ya de subir nuevamente en este inexorable carrusel, respiramos hondo, y medio mareados nos detenemos a pensar el pasado reciente. Y recién entonces, caemos en cuenta de todas las cosas que dejamos atrás, de todas las personas que quedaron atrás, de todos los momentos que no volverán; y con un dejo de nostalgia, avanzamos, para volver a empezar.
Y en mi mente se suceden infinidad de imágenes que se superponen y se agolpan sin cesar. Cristian y yo, Carlos Paz, Santa Rosa, Cosquín, Alta Gracia, Córdoba; Semana Santa, nuestros cumpleaños, el día del padre, los domingos con Joaquín, la dolorosa partida de Omar.
El primer año nuevo juntos en casa con la familia, el ascenso de Pablo a la Primera División, el egreso de Nahuel, la operación de mi mamá, el fin de semana con mi papá y Pablo en Ezeiza, y tantos otros momentos…
Y hoy heme aquí, dando vuelta la página una vez más.